viernes 26 de septiembre de 2025 - Edición Nº1486

Lomas de Zamora | 25 sep 2025

ALFABETIZACIÓN

¿Vale la pena alfabetizar? Sobre el valor de la comprensión humana

En el mes de septiembre se celebra el Día Mundial de la Alfabetización y la docente y Lic. en Filosofía, Agustina Iglesias, escribió el siguiente artículo para reflexionar sobre la educación.


Agustina Iglesias es docente de escuelas secundarias y del plan FINES en distintos barrios populares de Lomas de Zamora. El artículo comienza con una cita, en donde el dirigente político Juan Grabois hace referencia a Fidel Castro: “Un analfabeto a veces sufre más que alguien que no come bien porque se siente carente de valor”.

Este pequeño artículo busca volver a hacernos preguntas básicas, como por ejemplo:  ¿Vale la pena alfabetizar? Qué disputas abre esta pregunta frente a las políticas de deshumanización y exclusión de la comprensión humana, escritas por los automatismos del anarcocapitalismo actual, que ensanchan la explotación, la autodestrucción y la destrucción de la autoestima del pueblo? 

Abundan Fundaciones, mensajes de autoayuda repetitivos y recalcitrantes, redes de ciudadanos preocupados, grupos de argentinos preocupados por “estadísticas”, ligadas a las escuelas más “profundas” de los territorios. Estudiosos de la educación que redactan artículos y marcan la cancha acerca de las necesidades educativas de una parte grande del pueblo argentino, principalmente niñxs y adolescentes. Consideran que ese es un sujeto ausente de “comprensión básica”, de hecho, hace varios años que la estandarización deshumanizante señala con informes numéricos lo que pueden o no pueden nuestros pibes. 

Estas explicaciones avanzan junto al discurso empresario que quiere esquilmar al pueblo, dicen preocuparse mientras fabrican el "déficit" que ellos luego diagnostican. Para luego extirpar como una enfermedad lo que “no funciona”. Sin ir más lejos cuando Francisco sostiene que el ajuste en educación es un suicidio programado, podríamos hacer una interpretación más amplia que no solo se trata de la inversión sino de prescindir de la comprensión humana que produce el pueblo humilde a lo largo de su historia, para mantener vivos ciertos núcleos comunes y comunitarios.
 
La gran Lidia Rodriguez en su texto sobre educación de adultos se pregunta ¿vale la pena alfabetizar? El despliegue de la educación popular construye una respuesta que nunca está cerrada. Pienso que hay una reserva de comprensión de los pueblos sobre sí mismos que tenemos que salvaguardar de los automatismos que sistematizan el descarte. Este núcleo está en peligro de derrumbre mientras es perseguido por los medidores moralistas en números. Debemos hacer un lugar a aquello que no tiene forma de ser nombrado y que los medidores no saben leer, pero que permite la vitalidad humana.
 
Lidia sostiene que la propuesta educativa neoliberal que condena al abandono educativo a los sectores ya castigados por el ajuste económico se sostiene como único camino posible por la represión político psicológica. Tal vez se trate de poder leer algunas cosas: en el tiempo desquiciado en el que estamos viviendo avanza la represión de la comprensión humana. 

Mientras tanto, nos importa seguir escribiendo y leyendo: recuerdos de la cotidianeidad, documentos que se analizan, formas de expresión que no caben en mediciones inmediatas, testimonios que provienen de emociones, sentimientos de los maestros que esperan a un pibe o piba que no vuelve más, ausencias, heridas, explosiones de ideas, preguntas en silencio, miradas, gestos imposibles. 

Podríamos afirmar que ¡Vale la pena alfabetizar! en tanto pueda enmarcarse dentro de dos mundos esenciales: un primer mundo reclama reconstruir la trama histórica que nos ha venido trayendo hasta dónde estamos hoy.  Sin esa trama no será posible imaginar y construir algo con eso que sucede cuando esuchamos y miramos a los ojos con una profundidad que desencaja de los automatismos, y que hace lugar a los derramamientos que no están presentes en ningún circulo de pantallita, sino que están ahí para ser reconstruidos con el mayor de los respetos para revivir la comprensión humana. La del otro y la nuestra.

El segundo requiere tomarnos muy en serio la autoestima, como sostiene Juan Grabois en su nuevo texto sobre Argentina Humana: un analfabeto a veces sufre más que alguien que no come bien porque se siente carente de valor, como dijo Fidel. Grabois lo cita para mostrar aquellas formas geométricas que jerarquizan las necesidades humanas. 

Vale la pena preguntarnos si queremos que el lenguaje económico nos hable para decirnos que nuestros pibes no saben leer y escribir, o estamos dispuestos a hacernos preguntas y escribir la reserva de vitalidad que necesitamos. Una reserva vital que logre hacerle frente al anarcocapitalismo que arrasa con crueldad individualista los gestos comunitarios que nos quedan, punto de partida de cualquier proceso de alfabetización.

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